A través de los años hemos sido
testigos de la historia de nuestra especia, y del irrefutable hecho de la evolución
humana; desde la revolución industrial y gracias a las guerras, hemos
desarrollado la ciencia y la tecnología, y, en los últimos años estas, han
avanzado a pasos agigantados.
Hace unos años se pensaba que
había cosas que nos tomarían siglos, pero sin embargo la ciencia ha demostrado
que no, desde la desesperada búsqueda para curar enfermedades como el cáncer y
el SIDA, hasta la colonización de la luna y Marte; así pues, estos son pasos
para poder llegar a la perfección.
¿Por qué mencionar la perfección?;
pues bien, si podemos curar enfermedades como el cáncer o el SIDA, el siguiente
paso será aumentar el número de años promedio de vida, pero no solo cantidad de
años, sino también la calidad; y, no solo calidad de años, sino también la calidad
del ser humano; hacia uno que respete a los demás, que tenga valores y que
predique con el ejemplo. Esto sin duda nos haría seres con más años de
producción y con fuerzas para trabajar y estudiar más años – imagina lo que
hubiera logrado Einstein con 200 años de vida, de los cuales ¡hubiera producido
solo la mitad! – o, a Miguel Ángel con
más años para deleitarnos pintando el cielo, o a Vallejo llenando de poemas
cada edición dominical de los diarios por 150 años.
El hombre apunta a una sola cosa:
la perfección; entonces, ¿por qué no llamarlo “súper hombre”? pues sería aquel
que consigue las cosas gracias al poder de su genuina voluntad, combatiendo una
moral impuesta por las costumbres que nos tienen subyugados, e impulsar
una moral que nace de lo más profundo de las personas.
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