Me encontraba en una discusión de
esas que surgen en Facebook. Una discusión en todo el sentido de la palabra no
es algo malo, si inspeccionamos la definición de la RAE, dice que discusión es
la “acción o efecto de discutir” y discutir es: “examinar atenta y
particularmente una materia”, por lo que cuando se produce una discusión se gana
muchísimo. Entonces, para no divagar, me encontraba en una discusión con una
señorita que cuestionó una actitud feminista y la tildó de “hembrista”; ese
fue el punto de partida, el detonante de una corta pero divertía discusión; así
pues, los pormenores de dicha discusión, ya, carecen de importancia ante lo que
propiciaría, bastará con decir que durante dicha discusión, justamente, mencioné el hecho
de que la palabra “hembrista” no existe aún en el diccionario de la RAE por lo
que no se puede discutir de algo que no existe todavía, y aunque, lo admito,
ese argumento no es del todo contundente, la señorita, tratando de invalidarlo
mostró un artículo de una página como esta, en la que se definía y se diferenciaba
feminismo y hembrismo; aunque yo sigo sosteniendo que la creación de la palabra
“hembrismo” es cómodamente una creación feminista para librarse de los excesos
cometidos por el feminismo; algo así, como si “nosotros creáramos” la palabra “varonista”
para librarnos de los excesos del machismo (el argumento de que macho no es lo
contrario a fémina, y si varón es invalido también porque la palabra nació con
una connotación directa al sexo masculino, debió llamarse masculinismo o
varonismo, pero ya se creó). Entonces y para no alargar de más este texto, continué
diciendo a mi eventual adversaria que “debería” revisar textos oficiales y
académicos sobre el tema antes de mostrarme paginas en las que cualquier
persona puede escribir lo que, bien, le parezca (como esta); con lo que creo ya
había terminado dicha discusión con la joven psicóloga con la que discutí.
En
ese momento me di cuenta de que no podía adolecer de aquello que yo mismo
observaba sobre la actitud de dicha señorita, o sea, no revisar un texto
académico que hablase sobre el termino “hembrismo”, curiosamente el único que
encontré fue un texto de 2014 del licenciado Miguel Angel Sanchez Padilla,
estudiante, en ese momento, de la maestría en Psicoanálisis Clínico Contemporaneo,
dicho tratado se llama “Hembrismo, como la evolución de un síntoma a través de
generaciones”; y ante el orden de los argumentos que expone no pude estar más
de acuerdo, además de que el único conocimiento que poseo sobre el psicoanálisis
son tres libros de Freud leídos en mi haber, por lo que tampoco estoy en la capacidad
de ser un gran critico de este corto tratado, que, dejo en este enlace para quelo puedan descargar y leer si lo desean, espero con esto, no estar contraviniendo
la voluntad del escribiente del texto.
Como decía, no pude estar mas de
acuerdo; primero, porque el texto empieza haciendo la importante aclaración de
que la palabra hembrismo no es un termino conocido (o reconocido) formalmente;
no cabe duda de que se escribirá mucho más sobre el tema y de que pronto este
termino será adicionado al diccionario de la RAE, sin embargo, hay que entender
que hasta el día de hoy 10 de octubre de 2018, dicha palabra no existe
formalmente, y cualquier definición que se haga sobre ella es antojadiza.
Dejo el texto a su completo discernimiento,
pues me pareció un argumento la mar de entretenido, e importante para quien pretende
entender este tipo de fenómenos sociales; se basa en tres premisas: individual,
familiar y social, y explica un poco este fenómeno. Sin embargo y para
desgracia de las feministas tampoco es un tratado que demuestre o que conceptúe
la palabra hembrismo que, a mi parecer, es solo un invento feminista para poder
despojarse de sus propios y obvios excesos, como el caso de aquella youtuber
rusa que con cámara en mano salió a los autobuses a arrojar agua con cloro a
las partes intimas de los varones, aduciendo que la forma de sentarse de los varones
(con las piernas abiertas) era machista y que abusaba de las mujeres, lo cual fue catalogado como exceso por parte
de las mismas feministas y que le costó denuncias por ataque químico contra los
varones solo por su sexo, lo cual es un crimen de odio solo por la sexualidad
del otro. Esto demuestra claramente que ningún “ismo” es bueno a no ser que se
llame igualísimo, o pacifismo; sí, ya sé que igualísimo tampoco existe, pero si
vamos a estar creando términos nuevos para el diccionario, al menos que sean términos
que no nos dividan, sino que nos unan como sociedad civilizada ¿no?
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